Fotos: Pepo Herrera
Con el primero de los diálogos de Bibiokepos llegó la tan ansiada lluvia de la mano de un experto meteorólogo. Esta pequeña ironía —un leve respiro a la sequía que padecemos— marcó el tono de un encuentro tan distendido como riguroso con Ernesto Rodríguez al calor de los dispositivos-refugio que acogieron a los asistentes del pasado 18 de mayo en la biblioteca pública Felipe González.
Yolanda Gómez, de la biblioteca Julia Uceda, ejerció de anfitriona presentándonos el abultado currículo de nuestro invitado. Rodríguez, Físico y Meteorólogo Superior del Estado, ha trabajado en Aemet principalmente en el desarrollo e implementación operativa de modelos para la predicción numérica del tiempo y la evolución del clima, además de como representante de esta entidad en los principales foros e iniciativas sobre modelización. En el ámbito de la cooperación internacional ha desarrollado su actividad principalmente en Iberoamérica y en la región mediterránea. Tras su jubilación está entregado a la divulgación en la Asociación Meteorológica Española, de la que actualmente es su presidente.
Para abrir la conversación y plantear las preguntas que nos ofrecieran el marco adecuado, Isabel Ojeda, Directora General de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla, quiso comenzar destacando el inicio del Antropoceno, la era humana, como punto de partida desde el que empezamos a tener una percepción globalizada del planeta. También por cómo Sevilla guarda un valor simbólico como origen de las expediciones de Colón y Magallanes hacia América, iniciando unos drásticos cambios en el medioambiente que en aquella época eran inimaginables.
En este marco era pertinente definir qué es el clima y porqué se están produciendo estos cambios. Ernesto nos lo tradujo con sencillez y acierto, relacionando el clima con el tiempo meteorológico promedio —alrededor de los treinta años— y cómo define el paisaje en cuanto a la vegetación y la fauna de una región determinada. Una vegetación y fauna comprometidas por la creciente acumulación de CO2 desde la Revolución Industrial y la quema masiva, primero de carbón y con posterioridad de petróleo y gas natural, que están alterando las propiedades de nuestra atmósfera. La actividad humana ha roto así ciclos geológicos como las glaciaciones, que suelen producirse cada 100 000 años, relacionados con los movimientos de la Tierra alrededor del Sol. Estas emisiones masivas son las que producen un calentamiento en constante aceleración con resultados bien conocidos, como las lluvias cada vez más torrenciales o sequías y olas de calor cada vez más prolongadas.
En el centro de la observación y análisis del cambio climático está la comunidad científica, que a lo largo de décadas ha establecido los parámetros de investigación. Es aquí donde Ernesto nos detalló la importancia de los informes que regularmente ofrece el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), la iniciativa de dos agencias especializadas de las Naciones Unidas, que generan un cuerpo de conocimiento científico destinado a asesorar a todos los países del globo (y a sus políticos) a la hora de tomar decisiones. Destacó que en los foros celebrados, la información que origina el IPCC ha sido compilada e integrada reuniendo todos los datos disponibles no sin antes pasar los filtros de verificación científica, como puede ser la revisión por pares. Una muestra de este trabajo ingente es la extensión de los tres volúmenes de su sexta entrega, cada uno de los cuales está en torno a las tres mil páginas. Al alcance de cualquier tipo de público interesado, de ellos se extrae un volumen técnico y un resumen destinado a los políticos de apenas 30 o 40 páginas. Este último dato ofrecido por Ernesto, fue acogido por el público asistente con unas inevitables y sonoras risas.
Puestos en contexto, Ojeda nos introdujo otro de los temas fundamentales: las acciones que como sociedad podemos poner en marcha, a lo que nuestro experto invitado puso el acento en que el cambio climático no forma parte del futuro. Ya está sucediendo, especialmente con fenómenos meteorológicos extremos. Ante este panorama, las medidas a tomar suponen un esfuerzo tanto individual como colectivo. Aunque en definitiva, las más complicadas vienen de las decisiones que tomen los gobiernos con respecto a los medios de producción. Los procesos que emiten mayores cantidades de CO2 están sólidamente imbricados en el sector de la industria (como la fabricación de cemento, plásticos y demás derivados del petróleo) y los fertilizantes que vienen de triplicar su producción utilizando combustibles fósiles. Además, la fabricación de acero o la industria alimentaria —en concreto la dedicada a la carne— requieren de grandes cantidades no solo de energía, sino también de un bien cada vez más escaso en muchas regiones, el agua.
Nuestros hábitos cotidianos están en liza, llevándonos a la reflexión sobre cuáles son nuestras formas de trasladarnos o de consumir. En esta línea, descubrimos la existencia de webs que, a través de un cuestionario, nos preguntan cómo nos movemos, con qué frecuencia compramos ropa o sobre el uso de la calefacción que hacemos para averiguar de manera individual nuestra huella de carbono. Fue entonces cuando Ernesto nos planteó una idea tan audaz como polémica. ¿Y si todos contáramos con una cartilla de racionamiento aplicada a las emisiones de CO2?
En este contexto surgió un nuevo hilo: ¿tenemos que decrecer? Ernesto alumbró una evidencia que se revela como clave: es indispensable eliminar las desigualdades cuando el 90% de la humanidad está sufriendo las emisiones del 10% más rico. Quizá la pregunta pertinente es si estamos dispuestos a obligar a las naciones desfavorecidas a detener su necesario desarrollo económico.
Esta cuestión nos llevó a correlacionar de forma irremediable otro interrogante: ¿estamos haciendo lo suficiente? El hecho es que no es así. En apenas 50 años hemos duplicado la población mundial y, por poner sólo el ejemplo más cercano, en países como España, el consumo de energía se ha multiplicado exponencialmente. Los datos científicos lo corroboran. En observatorios como los de Mauna Loa en Hawái o el de las Islas Canarias se constata que la curva de aumento de emisiones crece de forma cada vez más acelerada. Entre sus consecuencias, la acidificación de los océanos que, en su absorción de parte del CO2 generado, está acabando con la flora y fauna marítima. O el derretimiento en altas latitudes de las capas subterráneas de permafrost, con resultados observables en infraestructuras que colapsan o quedan dañadas y que a su vez —sumada la inquietud sobre otros componentes de los que poco se sabe hasta el momento— liberan metano, agravando el efecto invernadero.
Son detalles que llevaron el foco de atención de nuevo a la política cuando Ernesto apuntó hacia el “afán sin límite” del crecimiento descontrolado. Y es que la gran mayoría de los científicos están horrorizados, un sentimiento que no acaba de calar entre los políticos. Los ciclos gubernamentales, la mayoría de las veces con ciclos de cuatro años, impiden que se puedan desarrollar acciones ambientales a largo plazo. Urge entonces un pacto transnacional y fuera de cálculos electoralistas, ya que las medidas que se deben adoptar deberían tener un carácter drástico, urgente y sostenido en el tiempo, sin que sean revertidas con cada cambio de gobierno. Aun siendo insuficiente el esfuerzo, hasta ahora Europa está liderando el compromiso, con los países nórdicos a la cabeza a la hora de poner en práctica medidas efectivas, aunque con un impacto limitado a la esfera local.
Abierto el diálogo a los asistentes, también tuvieron cabida las preocupaciones acerca de nuestro entorno más inmediato. Surgieron aquí inquietudes sobre si el valle del Guadalquivir, como territorio agrícola fértil, tiene sus días contados. En este asunto, el agua vuelve a ser protagonista. Debemos revisar las prácticas de su uso de forma inteligente, con cultivos rentables que no se extralimiten en el consumo de agua y energía. No es un lugar en el que nos encontremos ahora, en el que la palabra “sostenibilidad” está presente en toda clase de discursos sin aplicarse.
Pero, ¿qué dicen las proyecciones al respecto? En Aemet existen diferentes estudios que presentan una variedad de escenarios según el comportamiento que tengamos ante el cambio climático. Ernesto los calificó como de contención y el de “fiesta continuada” en el que nos encontramos: “La fiesta se puede acabar de dos maneras: de forma traumática o razonable en el caso de que tomemos medidas. Estas proyecciones pueden ser útiles para que los diferentes sectores acomoden sus actividades. Las dos vías que se presentan son la mitigación (reducir emisiones) y la adaptación al escenario que hemos creado y que vamos a seguir generando. El paisaje depende del clima, y si continuamos con las mismas prácticas agrícolas el escenario no es prometedor
Si nos centramos en un entorno urbano, Sevilla y su maneras tradicionales a la hora de afrontar las olas de calor tiene mucho que decir. Sus habitantes y turistas están acostumbrados a ver toldos, algunas de sus construcciones encaladas y vaporizadores de agua. Se trata de una senda a continuar, añadiendo el incremento de la masa arbórea y repensando el uso de azoteas con cubiertas vegetales, por poner un par de ejemplos.
Ante la intensidad de la conversación el tiempo se nos escapó rápidamente, pero no quisimos terminar sin que nuestro experto nos ofreciera sus recomendaciones sobre la temática. So títulos que, gracias a Bibliokepos, pasarán a formar parte del fondo de la Red municipal de Bibliotecas de Sevilla, junto a los de otros muchos expertos y colaboradores.
Hablamos de ‘El meteorito somos nosotros: un cómic sobre cambio climático’ de Dario Adanti, publicado por Astiberri Ediciones en 2022 y que es la primera novela gráfica que entra entre nuestras recomendaciones, aunando rigor científico y humor para todas las edades. Un título valioso para entender desde un punto de vista histórico la evolución del cambio climático.
Con ‘El afán sin límite: cómo hemos llegado al cambio climático y qué hacer a partir de ahí’ de Hope Jahren, publicado por Ediciones Paidós en 2020, encontramos otro de esos títulos que, desde un punto de vista único y personal, abarcan el tema con perspectiva aportando acciones que podemos llevar a cabo en el día a día.
En el caso de ‘Nuestro reto climático: Todavía estamos a tiempo de saldar nuestra deuda con el mundo y construir un futuro mejor’ de José Miguel Viñas y publicado por Editorial Alfabeto en 2022, navegaremos entre el ensayo y el libro de divulgación científica. Viñas nos ofrece las soluciones para lograr la descarbonización del planeta basándose en el sexto informe del IPCC, el último de ellos publicado.
El animado diálogo con Ernesto Rodríguez dio la medida del trascendental reto vital al que nos enfrentamos. Sin duda, produjo cierto vértigo. La interpretación de "Planetary Bands, Warming World” por parte del cuarteto de cuerda Con Fouco, nos dio el aire que necesitábamos para recuperar el aliento hasta el siguiente encuentro de ciudadanos concienciados en los dispositivos-refugio de la Biblioteca Felipe González.